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La ilusión del Libre Albedrío.

El libre albedrío es un tema complejo que ha preocupado a los humanos desde tiempos inmemoriales. Las religiones han hecho lo imposible para mantener la creencia en el libre albedrío —que les permite premiar a los que siguen sus leyes y castigar a los que no lo hacen— para seguir manteniendo su poder. Y siempre han salido bastante mal parados del lío. También los ateos, los agnósticos y los indiferentes hemos hecho a menudo un penoso papel.

Sam Harris nos propone una salida inteligente y nos abre la puerta a un debate interesante en este vídeo de 01:25h en Inglés (subtitulado en Español).

Los que queráis practicar el idioma de Shakespeare haced clic en la imagen o aquí.

Para los que preferís una lectura más reposada (unos 45 minutos), transcribimos a continuación el texto de la conferencia.

https://youtu.be/qVbJmC-RTx4

La Ilusión del Libre Albedrío


Presentación


Sam Harris es autor de best-sellers como "El Fin de la Fe" (premio PEN de 2005 en no ficción) , "Carta a una Nación Cristiana", "El Paisaje Moral", "Mentir" y "Libre Albedrío". Es co-fundador y CEO de Proyecto Razón, una fundación sin ánimo de lucro dedicada a la difusión científica y valores seculares.
Tiene un título de filosofía por la Universidad de Stanford y un doctorado en neurociencia por la Universidad de Los Angeles.
Estamos particularmente honrados de que haya podido venir al Festival de Ideas Peligrosas, porque aunque no estamos pendientes de eso, este es el cuarto de los "Cuatro Caballeros del Nuevo Apocalipsis Ateo" que honra nuestro escenario.
Y aquellos que hayan asistido al primer Festival de Ideas Peligrosas, quizás hayan llegado a ver a Christopher Hitchens abriendo el primer festival en 2009.
Por supuesto, luego hemos recibido no una sino dos veces a Richard Dawkins y una a Daniel Dennett el año pasado.
Más importante que eso, sin embargo, lo que Sam Harris nos brinda esta noche es una mezcla única de ciencia y filosofía en una disección intrépida de ideas grandes y peligrosas, y su trabajo sobre el libre albedrío no es una excepción.
Al observar lo que la neurociencia ha revelado sobre el funcionamiento de nuestro cerebro, él ha desarrollado un argumento conciso y convincente sobre lo que esto significa en cuanto a cómo y por qué hacemos lo que hacemos y cómo de esto se desprende que el libre albedrío es una ilusión.
En el primer párrafo del libro, dice:
"Si la comunidad científica declarara al libre albedrío como una ilusión, precipitaría una guerra cultural mucho más beligerante que la que se ha llevado sobre la evolución."
Así que, cuando esa guerra empiece, ustedes estuvieron aquí, muy cerca de su comienzo.
Sam está escribiendo sobre un tema donde las complejidades de la ciencia cognitiva, la neurociencia y la filosofía se juntan, y hace un gran esfuerzo intentado darle claridad a su argumento de que el libre albedrío es en realidad una ilusión.
Incluso aquellos que somos afortunados —o no— de no ser filósofos o neurocientíficos podremos participar completamente en lo que será una discusión maravillosa.




Sam Harris

Es para mí un honor estar aquí, en un evento tan hermoso, y poder seguir a los otros "Caballeros". Es grandioso poder estar aquí. Voy a hablar esta noche sobre la ilusión del libre albedrío.
Y para mi sorpresa, este un tema increíblemente sensible. Quizás sea el más sensible de los que he tenido el honor de tocar.
Es sensible para personas religiosas —por supuesto— porque sin libre albedrío, el Judaísmo, el Cristianismo, el Islam no tienen sentido, si es que se imaginan tal cosa.
Pero en realidad la existencia del libre albedrío es un tema sensible también para ateos, porque parece tocar todo aquello que les importa a los humanos.
De hecho, parece tocar todo lo que nos hace humanos; la moral y las leyes y la política y la religión, las relaciones íntimas, la sensación de logro personal, sentimientos de culpa y responsabilidad.
Parece que lo que más nos importa de la vida depende de que seamos capaces de ver a otros y a nosotros mismos como la fuente consciente de los pensamientos y acciones.
Así que, en esta charla, espero lograr dos cosas: Espero convencerlos de que el libre albedrío es una ilusión y espero convencerlos de que esto es importante.
Y esas son dos cosas diferentes.
Quiero empezar —sin sonar muy a la defensiva— contándoles las dos maneras en que se suele malinterpretar mi argumento.
Y esto es como iniciar una propuesta de matrimonio diciendo: "Estos son los dos motivos más comunes de porque nadie se ha querido casar conmigo". Y les explicaré por qué están equivocados.
La primera manera de no entender el planteamiento es simplemente creer que no sabemos lo suficiente. Que la ciencia está incompleta, que algunas de nuestras premisas científicas pueden ser falsas. Que quizás haya verdades por descubrir sobre la naturaleza del universo que pondrían al libre albedrío —la noción popular de libre albedrío— como un nuevo fundamento.
Es demasiado pronto para decir que el libre albedrío es científicamente una ilusión. Esto no es verdad. Estoy argumentando que el libre albedrío —como concepto— es tan incoherente que no puede aplicarse a ninguna realidad concebible.
El segundo desvío que pueden llegar a tomar —como muchos han hecho— es decir que: "Bueno, por supuesto que la noción popular de libre albedrío no tiene sentido, no encaja con los hechos. Pero... nada de eso importa. Es un argumento académico. Aún nos sentimos libres. Esto no cambia nada."
Es como decir que los átomos son mayormente espacio vacío. Pero no es un espacio vacío que podamos usar, nada cambia en nuestras vidas.
Ya saben, "Todo no es más que espacio vacío, (pero aún así no me entran unos pantalones viejos de hace cinco años.)"
Muchos están de acuerdo en que el libre albedrío no tiene sentido y que es una especie de ilusión, pero creen que nada importante cambia, y eso también es falso, según como yo lo veo.
Imaginen que están durmiendo una siesta en el jardín botánico de al lado. (No sé si eso es legal o no, pero imaginen que lo hacen). Y te despierta un sonido que no conoces. Y abres los ojos y ves un cocodrilo grande que está a punto de poner sus mandíbulas en tu cara. (Deben haber ocurrido cosas muy extrañas para llegar ahí). Es bastante fácil ver que tienes un problema.
Ahora intercambien al cocodrilo por un hombre con un hacha en la mano. El problema cambia en manera interesante. Pero la aparición repentina del libre albedrío en el cerebro de tu atacante no es una de ellas.
Imaginen la diferencia entre estas dos experiencias. Digamos que sobrevives al incidente. Y fue una experiencia aterradora y terminaste lastimado, digamos que pierdes una mano.
Ahora imagínate enfrentándose al atacante humano en el estrado de testigos durante su juicio. Si eres como la mayoría de la gente, vas a tener sentimientos de odio tan intensos como para que te genere un trauma importante. Quizás pases años de tu vida fantaseando con la muerte de esta persona.
¿Cuánto tiempo vas a gastar odiando al cocodrilo? Quizás hasta lleves a tus amigos y tu familia al zoológico por diversión, solo para señalarlo y decir: "Esa es la bestia que casi me mata." (Quizás estés señalando con la otra mano).
¿Qué estado mental preferirías tener? Creo que esta idea del libre albedrío es responsable de la diferencia.
El cocodrilo solo estaba siendo un cocodrilo. ¿Qué otra cosa puede hacer un cocodrilo hambriento si te encuentra durmiendo en el parque?
Pero esta idea de que el humano tenía libre albedrío y podría haber hecho otra cosa —y debería haber hecho otra cosa— tiene varias consecuencias diferentes.
La mayoría imagina que una creencia en el libre albedrío es necesaria para la moral; la moral debe fundarse sobre esta idea, y es necesario, por lo tanto, para obtener aquello que queramos de la vida.
Creo que esto es claramente falso. La diferencia entre felicidad y sufrimiento existe con o sin libre albedrío.
No quiero que me coma un cocodrilo, menos de lo que quiero ser asesinado por un hombre con un hacha.
Estas son cosas que hay que evitar. Y podemos hacerlo. Y podemos hablar de casi todo lo demás que queremos en la vida sin tener que sufrir cualquier ilusión obvia sobre los orígenes del comportamiento humano.
Ahora, el concepto popular de libre albedrío parece sostenerse en dos asunciones:
La primera es que cada uno fue libre de pensar y actuar de modo diferente al que lo hizo. Eliges A, pero podrías haber elegido B. Eres policía, pero podrías haber sido bombero. Pediste chocolate pero podrías haber pedido vainilla.
Para la mayoría parecería que ciertamente este es el mundo en el que vivimos.
Ahora bien, la segunda asunción es que somos la fuente consciente de nuestros pensamientos y acciones. Sientes que quieres moverte y luego te mueves. Tus deseos e intenciones y pensamientos que preceden tus acciones parecen ser su origen verdadero.
La parte consciente de ti que está experimentando tu vida interior es en realidad el autor de tu vida interior y su conducta subsecuente.
Desafortunadamente sabemos que ambas afirmaciones son falsas.
El primer problema es que vivimos en un mundo de causa y efecto.
Todo aquello que pueda constituir tu voluntad es:
    • o bien un producto de una larga cadena de causas anteriores —y no eres responsable de ellas—
    • o el producto de la aleatoriedad, y tampoco eres responsable de eso, obviamente,
    • o es alguna combinación de los dos.
Y en cualquier equilibrio que definamos entre la vieja ley del determinismo y la mera aleatoriedad, el libre albedrío no tiene sentido.
¿Qué significa decir que una persona actuó con libre albedrío? Debe significar que podría haber hecho conscientemente otra cosa. No por otras influencias aleatorias, sobre las cuales no tiene control, sino porque —como autor consciente de sus pensamientos y acciones— podría haber pensado y actuado de otra manera.
Ahora, el problema es que nadie nunca ha descrito una manera en que los eventos mentales y físicos puedan surgir para que esa afirmación tenga sentido.
Piensen en un asesino en serie. Su elección de cometer su último asesinato fue precedida por una larga serie de causas anteriores, un cierto patrón de actividad electroquímica en su cerebro, que fue el producto de causas anteriores, una combinación de malos genes y efectos de desarrollo de una niñez infeliz; cualquier otra influencia que estaba incidiendo sobre él el día que cometió su crimen.
El momento en que empezamos a ver esta corriente de causas que preceden cualquier experiencia consciente y que llegan hasta la niñez y más allá —o más allá que la propia persona— esa sensación de su culpabilidad desaparece. El lugar donde ubicaríamos la culpa desaparece.
Decir que podría haber hecho otra cosa es realmente como decir que podría haber estado en un universo diferente —si hubiese estado en un universo diferente—, o que podría haber sido una persona diferente —si hubiese sido una persona diferente—.
Y tan perturbador como encontremos la conducta de una persona, debo admitir que si yo me cambiara por él, átomo por átomo, yo sería él. Y me comportaría exactamente como él y por las mismas razones. No habría una parte extra de mi que pudiera resistir el impulso de victimizar personas inocentes.
Incluso si alguien cree que cada humano posee un alma inmortal, el problema de la responsabilidad persiste. No puedo atribuirme ningún mérito por el hecho de no tener el alma de un psicópata. Si yo realmente estuviera en el lugar de esta persona, si tuviese un cerebro idéntico, un alma idéntica, en un estado idéntico, yo me habría comportado exactamente como él.
Entonces el rol de la suerte en nuestra vida parece determinante.
Uno debe tener muy mala suerte para tener la mente y cerebro o el alma de un psicópata.
Pero el significado moral de la suerte es muy difícil de admitir. Parece que nos desestabiliza por completo. No sabemos cómo pensar sobre la maldad en este contexto. Y aún así —en casos específicos— ya hemos modificado nuestra visión sobre la maldad.
Siempre que vemos la causa de la conducta de alguien, cuando vemos, por ejemplo, que un asesino tenía un tumor cerebral, y el tumor cerebral justo se encontraba en un lugar que generaba sus impulsos violentos, esa persona repentinamente se convierte en una víctima de la biología, nuestras intuiciones morales se modifican.
Ahora, estoy argumentando que un tumor cerebral es un caso especial de eventos físicos que hacen surgir pensamientos y acciones.
Si entendiéramos completamente la neurofisiología del cerebro de cualquier asesino, sería tan exculpatorio como encontrar un tumor en él.
Si pudiéramos ver como los malos genes fueron transcritos implacablemente, si pudiéramos ver como sus primeras experiencias de vida esculpieron la microestructura de su cerebro de tal modo que hizo surgir impulsos violentos, la idea entera de atribuirle la culpa desaparecería.
Por supuesto, este es un problema del cual científicos y filósofos son conscientes, y muchos creen haber llegado a una noción de libre albedrío que puede resistir los hechos. Trataré de lidiar con eso.
Quiero argumentar por un momento que el problema del libre albedrío es en realidad más profundo que el problema de causa y efecto.
Es decir, la mayoría cree tener esta experiencia de libre albedrío pero que simplemente no podemos incorporarla a la realidad física. Creo que esto es una ilusión.
El libre albedrío ni siquiera se corresponde con un hecho subjetivo sobre nosotros mismos.  Y si prestan mucha atención a su experiencia, podrán verlo.
Sus pensamientos simplemente aparecen en la conciencia, de forma similar a mis palabras.
¿Qué van a pensar a continuación? ¿Qué voy a decir a continuación?
Podría empezar a preguntarme por qué no comemos búhos.
¿Por qué no comemos búhos? Se ven perfectamente saludables. ¿De dónde vino eso?
Bueno, hasta dónde ustedes saben, no vino de ningún lado; lo mismo sucede en la privacidad de su propia mente. Está ocurriendo ahora mismo.
Todos hicieron el esfuerzo de venir aquí esta noche, presumiblemente porque querían escuchar lo que iba a decir sobre el libre albedrío, y están tratando de escucharme; pero hay una voz dentro de su cabeza que simplemente dice cosas. ¿Lo han notado?
Estoy aquí parado tratando de razonar con ustedes y quizás piensen:"Se parece un poco a Ben Stiller." (Estaba esperando que no me pareciera tanto a Ben Stiller).
Los pensamientos simplemente surgen en la conciencia. No somos sus autores. No podemos pensarlos. No podemos elegirlos antes de pensarlos.
Para eso haría falta que los pensáramos antes de que los pensemos. Si no puedes controlar tu próximo pensamiento, y si no sabes qué va a ser hasta que aparece, ¿dónde está tu libertad de albedrío?
Ahora, en este momento, algunos están pensando: "¿De qué diablos está hablando?" De esto estoy hablando. No eligieron ese pensamiento tampoco.
Si lo que digo los confunde, ustedes no crearon ese estado.
A la inversa, si entienden lo que estoy diciendo y les parece interesante, no crearon ese estado tampoco.
Todo simplemente está ocurriendo. Y eso incluye sus pensamientos, intenciones y deseos y sus esfuerzos más deliberados. Ya regresaremos a ese punto.
Por supuesto, en un sentido nuestros cerebros sí piensan sus pensamientos antes que nosotros, y piensan en muchas cosas que nosotros nunca escuchamos.
Somos conscientes solo de una pequeña fracción de lo que ocurre en nuestras mentes, y continuamente notamos cambios en nuestra experiencia, en nuestros pensamientos, intenciones y humores y comportamiento resultante, pero somos completamente inconscientes de los cambios neurofisiológicos que producen esos cambios.
Consideren la sensación de tocar su nariz con el dedo. Siéntanse libres de hacerlo.
Parece simultáneo. Pareciera que la nariz toca el dedo al mismo tiempo que el dedo toca la nariz.
Y aunque parezca simultáneo en el mundo, sabemos que a nivel del cerebro debe ser diferente.
Lleva más tiempo que la información vaya desde el dedo a la corteza sensorial, que la nariz.
Esto es verdad sin importar cuan cortos sean tus brazos o larga tu nariz.
Así que la experiencia del momento presente —incluso de la sensación más simple— está construida sobre capas de procesamiento inconsciente del cual no somos conscientes.
Incluso eventos conscientes que parecen ser muy simples no son lo que parecen.
El momento presente es —de algún modo— ya un recuerdo que está siendo almacenado.
No hace falta decir que esta maquinaria inconsciente no solo produce nuestra percepción, sino también nuestros pensamientos, intenciones, acciones y decisiones.
Y es aquí donde la noción de libre albedrío y responsabilidad moral empiezan a estrecharse.
Muchas personas han demostrado en un laboratorio —en muchos laboratorios—, que la decisión consciente de una persona llega después de procesos que pueden ser detectados y que hay una diferencia de tiempo entre el momento en que piensas que has decidido algo y el momento en que tu cerebro lo decidió.
Y esto ha sido demostrado. Benjamin Libet hizo esto con EEG y ha sido realizado con FMRI y con grabaciones directas de las cortezas cerebrales de pacientes que estaban por someterse a cirugía.
Sabemos que incluso la decisión más simple aparentemente voluntaria —como la decisión de mover tu brazo izquierdo contra la de mover tu brazo derecho, o la decisión de tocar el botón izquierdo o el botón derecho— cuando pruebas a la gente en este paradigma y los haces mirar un reloj, —un reloj especial que les permite discriminar incrementos muy finos de tiempo— y les pides que elijan mover su mano izquierda o su mano derecha cuando quieran, observando qué marcaba el reloj en el momento de ser conscientes de la elección que iban a tomar, sabemos que en algunos momentos, (medio segundo, a veces cinco segundos antes de que una persona sea consciente de lo que va a hacer), ya podemos ver en el cerebro lo que había decidido hacer.
Así que la experiencia de decidir durante este periodo donde aún sientes que eres libre de hacer lo que sea que quieras, ya había sido determinada por el estado de tu cerebro.
No hace falta decir que esta diferencia de tiempo es muy difícil de reconciliar con el libre albedrío porque en principio le permitiría a alguien predecir lo que vas a hacer mientras tu crees que todavía estás decidiendo.
Pero la verdad es que incluso si no hubiese diferencia de tiempo, incluso si la intención consciente fuera verdaderamente simultánea con los marcadores neurofisiológicos, aún no habría lugar para el libre albedrío, porque aún no sabrías por qué razón haces lo que haces en ese momento.
Y nuevamente, pueden notar este hecho sobre ustedes directamente. Hagamos un pequeño experimento. Piensen en una película, cualquier película, no importa. Una buena, una mala. Y noten como es el proceso consciente de la selección. Observen que esta es la decisión más libre que puedan tener. Tienen todas las películas del mundo para elegir, y yo apenas he dicho: "Elijan una."
¿Todos tienen una película ya?
Lamento decirles que todos eligieron la película incorrecta. No me pregunten cómo, pero lo sé. Háganlo de nuevo, elijan otra película y traten de sentir cómo es la experiencia.
¿Ven alguna evidencia de libre albedrío? Busquémosla.
Primero, si no está aquí, no está en ningún lado, así que mejor que la encontremos.
Primero descartemos las películas cuyo nombre no conocen, las que no han visto y las que no podrían recordar incluso si su vida dependiera de eso. No hay libertad en eso, obviamente.
Pero luego están todas las películas que conocen perfectamente pero que simplemente no aparecieron en la conciencia.
Saben que "El Mago de Oz" es una película, pero simplemente no pensaron en "El Mago de Oz". Piénsenlo.
¿Fueron libres de elegir aquello que no se les ocurrió elegir?
Por cualquier motivo, sus circuitos del "Mago de Oz" no fueron disparados de modo que esta película fuera una posible elección. (Por supuesto, si alguien pensó en "El Mago de Oz", que se considere un genio).
Así que probablemente pensaron en varias películas.
Digamos que pensaron en "Lawrence de Arabia" y "Avatar" y "Mad Max".
Digamos que lo resumieron a esas tres películas y luego pensaron: "Bueno, soy australiano, elegiré 'Mad Max'".
Y luego pensaron: "No, no. Mel Gibson me asusta un poco en este momento."
Así que elegiré 'Avatar'. Y te quedas con "Avatar".
Bueno, aún así no sabes por qué elegiste "Avatar" sobre "Lawrence de Arabia".
Y esta es la clase de decisión que motiva la idea del libre albedrío.
Vas y vienes entre dos opciones y no estás sufriendo ninguna restricción obvia del mundo externo ni ninguna coacción.
Parece que lo estás haciendo todo. Sois solo tu y tus pensamientos. Pero si miramos de cerca, es un misterio por qué elegiste una película en lugar de otra.
Y quizás tengas una historia que contar sobre eso, podrías decir: "Bueno, vi una película animada la otra semana y Avatar es animada, así que me acordé de eso y por eso elegí Avatar."
Lo primero que hay que decir es que sabemos que esta clase de explicaciones casi siempre son erróneas.
Cuando metes a la gente en un laboratorio y manipulas sus decisiones, siempre tienen una historia sobre por qué hicieron lo que hicieron, y nunca tiene relación con lo que realmente los afectó.
Puedes probar gente en el laboratorio y darles una bebida con una taza caliente en lugar de una fría para que la sostengan y lograr que cooperen más. O que les guste una persona más que otra. Y no tienen idea de que la temperatura de la taza en sus manos esté influyéndolos en absoluto. La psicología está llenándose de esa clase de evidencias.
Pero incluso si tuvieran razón en este caso, incluso si el recuerdo de la película animada fue lo que los hizo elegir "Avatar" en lugar de "Lawrence de Arabia", aún así no se puede explicar por qué tuvo ese efecto. ¿Por qué no tuvo el efecto contrario? ¿Por qué no pensaron: "Bueno, acabo de ver una película animada así que voy a elegir otra cosa, elegiré 'Lawrence de Arabia.'"
Lo que hay que notar aquí es que ustedes, es decir, el testigo consciente de su vida interior, no está tomando estas decisiones. Todo lo que podemos hacer es presenciarlas.
En un sentido subjetivo, no pudieron elegir la película más que si yo lo hubiera hecho por ustedes.
Yo podría haber dicho: "Star Wars", "Hannah y sus hermanas ". Estos nombres solo aparecían en la conciencia.
Momentos antes de que dijera: "Elijan una película" no ocurrió nada y, de repente, tras pedírselo, los nombres de películas empezaron a aparecer. Y no sabían cuáles serían hasta que aparecieron.
Estoy diciendo que nuestra experiencia de la vida es totalmente compatible con la verdad del determinismo. Dejamos de tener esta fuerte sensación de libre albedrío el instante en que prestamos atención a la manera en que surgen los pensamientos y las intenciones.
Es importante notar que esto es verdad tengamos o no un alma inmortal. Y el caso que estoy construyendo contra el libre albedrío no presupone materialismo filosófico ni la idea de que la realidad es única y totalmente física.
No hay duda de que una gran parte de la realidad es plenamente física y que la mayoría de alteraciones de nuestra mente son producidas por cambios en nuestro cerebro. Sabemos que el cerebro es un sistema físico completamente dependiente de las leyes de la naturaleza.
Pero incluso su tuviéramos almas que de algún modo estuviesen integradas con el cerebro, la operación inconsciente del alma no te garantiza más libre albedrío que la neurofisiología inconsciente del cerebro.
Si no sabes qué va a hacer tu alma a continuación, entonces no tienes el control de tu alma.
Y esto es rigurosamente cierto cuando pensamos en toda la gente que hace cosas que desearía no haber hecho.
Piensen en los millones de cristianos cuyas almas son homosexuales.
Pero es cierto incluso cuando haces exactamente lo que deseabas hacer.
El alma que te permite no abandonar la dieta es tan misteriosa como la que te tienta a comer pastel de cereza en el desayuno.
Se puede decir que nadie ha ido contra el libre albedrío porque sostiene dicha promesa como una idea abstracta.
La resistencia a este problema en la ciencia y la filosofía es el resultado de esta sensación que la mayoría de nosotros tiene la libertad de ser el autor de nuestros pensamientos y acciones.
Y por el momento, la única manera filosófica respetable de defender al libre albedrío, es adoptando una visión filosófica que se llama compatibilismo. Y argumentar que el libre albedrío es compatible con la verdad del determinismo.
Mi amigo Dan Dennett, el filósofo, es un compatibilista, y esencialmente afirma que solo debemos pensar en el libre albedrío de otra manera.
Si un asesino comete su crimen basándose en su deseo de matar y no basándose en alguna otra cosa que lo esté secuestrando, pero sus acciones son de hecho una expresión de sus deseos e intenciones reales, ese es el único libre albedrío que hace falta.
Pero tanto desde un punto de vista moral como científico esto parecería olvidarse de lo central.
¿Dónde está la libertad de hacer lo que uno quiere...
...cuando los deseos de uno son el producto de eventos anteriores...
...de los cuales uno no es consciente ni tampoco participó en su creación?
Desde mi punto de vista, el compatibilismo es como decir que una marioneta es libre mientras ame sus hilos.
Los compatibilistas retroceden un poco aquí. Dicen que incluso si nuestros deseos, pensamientos y conductas son el producto de causas inconscientes, eso no importa, porque tú eres la totalidad de lo que ocurre dentro de tu cerebro y tu cuerpo. Así que tu vida mental inconsciente es tan parte de ti, y tu neurofisiología inconsciente es tan parte ti, como tu vida interior consciente.
Pero esto, me parece que es como una publicidad engañosa.
Esto intercambia al hecho psicológico, esta experiencia que tenemos de ser los autores conscientes de pensamientos y acciones por una concepción general de nosotros como personas. Es un poco como decir: "Estamos hechos de polvo de estrellas". Está bien, es verdad. Pero no nos sentimos como polvo de estrellas. Y el conocimiento de que somos polvo de estrellas no está conduciendo tu intuición moral e influyendo sobre nuestro sistema judicial.
El hecho es que la mayoría de las personas se identifica con un cierto canal de información en sus mentes conscientes, sienten que tienen el control, que son la fuente. Y esto es una ilusión.
El "tú" que te consideras ser en este momento presente, no está en control de nada.
Los compatibilistas intentan salvar al libre albedrío diciendo que eres más que esto, que eres la totalidad de lo que sucede dentro de tu cerebro y tu cuerpo.
Pero en este momento estás tomando decisiones con otros órganos además de tu cerebro.
Pero no te sientes responsable de estas decisiones. ¿Estás creando glóbulos rojos en este momento? Tu cuerpo lo está haciendo (esperemos).
Pero si de pronto se detuviera, no te sentirías responsable de eso, te convertirías en la víctima de ese cambio.
Así que decir que eres responsable o que eres idéntico a todo lo que ocurre dentro de cerebro y de tu cuerpo es hacer una afirmación sobre ti que no tiene ninguna relación con la experiencia de autoría y subjetividad en la conciencia que ha hecho del libre albedrío un problema de la filosofía en primer lugar.
¿Qué significa todo esto?
Bueno, primero déjenme decirles lo que no significa.
Hablar del determinismo como un hecho verdadero no es lo mismo que hablar del fatalismo.
Esa confusión suele dar lugar a preguntas como:
"Bueno, si todo está determinado, ¿por qué yo debería hacer algo? ¿Por qué no solo sentarse y ver qué pasa? ¿Por qué no arrojar los remos fuera del bote y simplemente ir a la deriva por la vida?"
Este pensamiento es no entender la cuestión. Sentarse a ver que pasa es una elección en si misma con sus propias consecuencias.
También es muy difícil de hacer. Traten de quedarse en la cama todo el día esperando que algo ocurra. Pronto tendrán el impulso de levantarse y hacer algo, y la única manera de quedarse en la cama en ese momento sería resistiendo ese impulso.
Tras un corto período de tiempo, no hacer nada se hace más difícil que hacer algo.
Así que el hecho de que nuestras decisiones y esfuerzos dependen de causas anteriores no significa que no sean importantes.
Si yo no hubiese decidido escribir un libro sobre el libre albedrío, no se hubiera escrito por sí mismo. No se puede escribir un libro por accidente. Así que el esfuerzo y la disciplina y las intenciones; todos importan... Metas.
Todos estos son estados causales del cerebro que llevan a conductas, y las conductas llevan a resultados en el mundo.
Así que en un cierto nivel, nada cambia mucho. Las decisiones que tomamos en la vida son tan importantes como se imaginan los entusiastas del libre albedrío.
Y entonces, por lo tanto, el fatalismo es falso. La idea de que tu futuro va a ser lo que va a ser independientemente de lo que pienses o hagas, no es verdad. Claramente no es verdad.
Pero lo siguiente que pienses y hagas provendrá de un conjunto caótico de causas anteriores, las cuales tú —testigo consciente de tu vida interior— no puede ver ni creó. No construiste tu mente.
Y en los momentos donde pareciera que lo haces, cuando haces un esfuerzo para aprender algo, cuando tratas de perfeccionar una habilidad, las únicas herramientas a tu disposición son las que has heredado de momentos pasados.
Nadie elige a sus padres o la sociedad en la que nace.
Nadie elige el momento de la historia en que llega.
Nadie determina como se modela su sistema nervioso desde el momento de la concepción en adelante.
Así que no eres más responsable de la estructura de tu cerebro, ni de sus estados de funcionamiento, más que que de tu altura.
No estoy diciendo que sea posible culpar a tus padres por cada cosa mala que te suceda y que no hagas un esfuerzo para modificarlo. Esta es una manera de malinterpretar el argumento. Cambiar es posible.
De hecho, cuando te ves a ti mismo como un sistema, abierto a innumerables influencias, hace que el cambio parezca mucho más posible.
No estás condenado, bajo ningún punto de vista, a ser la persona que fuiste ayer. De hecho, no puedes ser esa persona. El ser no es una entidad estática. Es un proceso. Pero es un proceso fundamentalmente misterioso.
Ninguno de nosotros sabemos cómo llegamos a este momento en nuestra vida.
Hay un misterio en el momento presente que no termina de irse incluso cuando tengas una historia que contar sobre por qué piensas que hiciste algo.
Estamos, a cada momento, simplemente descubriendo cual es nuestra vida.
Ahora, esto puede sonar escalofriante para algunos, pero en realidad puede ser bastante liberador mirar al mundo de esta manera.
Así que nuestras decisiones importan y hay caminos que podrían llevarnos a tomar mejores.
No se puede decir cuanto te puede cambiar una buena conversación o cuan importante podría ser que te rodees de personas inteligentes, o que te gradúes. Pero no eliges elegir lo que eliges en la vida. Hay un camino de regreso que siempre termina en la oscuridad.
Debes tomar el primer paso o el último por motivos que están condenados a permanecer inescrutables. Y declarar tu libertad en este contexto es solo una manera de decir: "No sé por qué hice eso, pero no me importó hacerlo y estaría dispuesto a hacerlo otra vez."
Ahora, no quiero redundar en el punto, pero a las personas les cuesta entenderlo. Piensen en el contexto en el que tomarán su próxima decisión.
Sea lo que sea, una decisión de cualquier tamaño; casarse o no, ir a la universidad o no, comer en el restaurante chino, o el italiano. Tu cerebro está tomando estas decisiones basándose en creencias e intenciones y estados que te han sido impuestos a lo largo de la vida.
No tuviste que ver con tu desarrollo físico.
No elegiste a tus padres, no elegiste tus genes, no elegiste ninguna de las influencias que modelaron tu neurofisiología. No elegiste tu alma, si tienes una. Y aún así, esta totalidad de influencias y estados van a ser la cosa que produzcan tu próxima decisión.
Si, eres libre de hacer lo que quieras, pero ¿de dónde provienen tus deseos?
Pero volvamos al problema que planteé al principio de la charla.
Parece que este tipo de discusión empieza a socavar un sentido de orden moral y, de hecho, esta es la posición de la Corte Suprema de los Estados Unidos.
Ha declarado que el libre albedrío no participa en términos del sistema criminal de justicia. Es "una asunción universal y persistente". Eso es una cita del sistema criminal de justicia.
Y el determinismo es incompatible con los preceptos subyacentes de nuestro enfoque a la justicia.
Así que la idea está en funcionamiento en nuestro mundo.
El problema es que si vemos a la gente como patrones de clima neuronal, pareciera socavar una base para ubicar la culpa.
Ahora, creo que esta es en realidad una afirmación falsa. Creo que se puede tener un sentido muy fuerte de moralidad y un sistema criminal de justicia que sea efectivo sin tener que mentirnos a nosotros mismos sobre las causas de las conductas humanas.
¿Qué es lo que más condenamos en las personas tanto moral como legalmente? Es la intención consciente de lastimar.
¿Por qué esta intención de lastimar a otros... es tan determinante de culpabilidad?
Bueno, la conciencia es el contexto en que todas las cualidades de nuestra mente parecieran activarse.
La conciencia es donde nuestras creencias, deseos y prejuicios rozan entre sí.
Lo que haces con una base de premeditación consciente tiende a decir mucho sobre ti y sobre lo que podrías hacer en el futuro.
Si decides asesinar a tu vecino tras semanas de deliberación e investigaciones en la biblioteca y debate con tus amigos, bueno, entonces, asesinar a tu vecino realmente dice mucho sobre ti. Esa es realmente la clase de personas que eres.
La cuestión no es si tú eres la única causa independiente de tu conducta. La cuestión es que, por cualquier motivo, tienes la mente de un asesino.
No eres responsable en última instancia del hecho de tener esa mente. No más que el cocodrilo, que no es responsable del hecho de ser un cocodrilo. Pero un cocodrilo es un cocodrilo y realmente te comerá. Si hoy ven uno andando por ahí, vale la pena tomárselo en serio. No hace falta atribuirle libre albedrío para tomarlo con seriedad.
Ahora, hay ciertos criminales que obviamente son más peligrosos que los cocodrilos, y debemos encerrarlos para mantener al resto seguro.
Ahora, la justificación moral de esto es completamente obvia.
Todos estamos mejor así.
Pero eso sigue teniendo sentido sin el libre albedrío.
Lo que no tiene sentido es el motivo de venganza, el motivo de castigar a alguien porque se lo merece. Eso deja de tener sentido.
No castigamos a los cocodrilos porque se lo merezcan.
De hecho, eso no siempre ha sido verdad.
Dice en el Éxodo que si un buey cornea a una persona y la mata, el buey debe ser apedreado hasta la muerte y su carne no puede ser comida.
Y, de hecho, durante cientos de años en la Europa medieval, los cristianos juzgaban a los animales que herían a personas.
Estos animales eran defendidos por abogados. Hubo un caso sobre el cual acabo de leer, sobre un abogado que representaba a un grupo grande de ratas que había destruido un cultivo, y el argumento que presentó al magistrado de por qué las ratas no podían asistir a la corte fue que había muchos gatos que podrían lastimarlas, así que sus clientes estaban ausentes. Esto siguió durante cientos de años.
El último linchamiento de un animal en los Estados Unidos fue en 1916, cuando un elefante de circo rodante se descontroló frenéticamente y aplastó a una persona en la calle. La buena gente de Tennessee decidió lincharlo para hacer justicia. Colgaron al elefante de una grúa. Estaban bastante contentos.
Actualmente vemos esos hechos macabros y graciosos. Se puede ver que somos propensos a las ilusiones en estas cuestiones.
Ahora bien, no estoy descartando la posibilidad de que ciertos castigos puedan ser necesarios para regular las conductas de las personas. Puede ser que ciertos delitos requieran ser castigados para que puedan ser desterrados.
Pero esa es una discusión puramente pragmática sobre la psicología humana y la eficacia causal del castigo. No tiene nada que ver con la venganza.
Deshacernos de la ilusión del libre albedrío nos permite enfocarnos en las cosas que realmente importan, como mitigar el daño, disuadir el delito, evaluar riesgos.
No estoy diciendo que nadie es culpable por estar loco. La gente mala debe ser encerrada si eso es lo único que podemos hacer para mantenernos a salvo.
Y todas las distinciones que nos importan sobre la diferencia entre actuar de forma voluntaria o involuntaria —o las responsabilidades morales de un adulto contra las de un niño— se pueden conservar sin la noción de libre albedrío.
En los Estados Unidos, hay chicos de 13 años que están cumpliendo cadena perpetua por sus crímenes. No sé si esto ocurre en Australia, pero esto sucede en Estados Unidos y no está basado en ninguna evaluación razonable de que estos niños no puedan rehabilitarse. Está basado en el sentido de que merecen este castigo. Ellos son la única causa de su comportamiento, que fue tan atroz que se merecen esto como venganza. Eso no tiene sentido cuando nos alejamos de la noción de libre albedrío.
Lo que hay que admitir a fin de cuentas es que incluso las más personas más terroríficas son, en el fondo, personas desafortunadas de ser quienes son. Y eso tiene un significado moral.
Y repito, incluso si alguien cree que todos tenemos un alma inmortal, el juego no cambia.
Cualquiera que haya nacido con el alma de un psicópata es profundamente desafortunado.
Podemos tomar una de las personas más odiosas en las que puedo pensar, el hijo mayor de Saddam Hussein, Uday Hussein. Es casi imposible sentir compasión por este hombre cuando pensamos en él y quién fue como hombre.
Es decir, fue alguien que, cuando veía que se celebraba una boda en Bagdag, bajaba con sus guardaespaldas matones y violaba a la novia. A veces la violaba y la asesinaba. Hizo esto más de una vez.
Así que, dado el hecho de que no se le pudo capturar en el curso de esa guerra, cualesquiera sean sus pensamientos sobre la ética de la guerra, fue bueno que lo hayamos asesinado. A menos que seas un pacifista total, debemos admitir que para esto están las armas, para dispararle a personas como Uday Hussein.
Pero simplemente retrocedamos en la línea de tiempo de su vida. Piensen en él cuando tenía 4 años. Su psicopatía debió haber sido evidente incluso a la esta edad . Debió haber sido un chico aterrador, pero también uno muy desafortunado. Su padre era Saddam Hussein. ¿Cuánta mala suerte se puede tener?
Él era este chico de 4 años que iba a convertirse en el psicópata Uday Hussein, sin ninguna intervención propia en última instancia.
Si pudiésemos haber intervenido en cualquier momento de su vida para ayudarlo, a los cuatro, a los cinco, seis, a los siete, a los ocho, eso hubiese sido lo correcto y la compasión hubiese sido el motivo correcto.
Así que la ironía es que si quieres ser como Jesús y amar a tus enemigos, o al menos no odiarlos, un camino para lograrlo es ver las conductas humanas a través del lente de una amplia imagen científica de causalidad.
Ahora, no estoy diciendo que sería fácil adoptar esta perspectiva si tu o alguien cercano a ti fue víctima de un crimen violento. Así debemos ver al mundo en nuestros momentos más desapasionados. Pero nuestros momentos desapasionados son la fuente de nuestra manera de pensar políticas públicas y verdades científicas.
Para ver como debemos cambiar nuestras intuiciones morales, imagínense que tuviésemos una cura para la maldad. Imagínense que entendemos exactamente qué es la psicopatía y todas sus variantes y que podemos hacer los cambios necesarios en el cerebro sin dolor, con cuidado y fácilmente. Solo debemos agregar el medicamento a la leche, como la vitamina D. La maldad se convertiría en una deficiencia nutricional.
Ahora imaginen la lógica, la lógica moral, de negarle a alguien la cura de la maldad como un castigo por sus actos malignos. ¿Tendría sentido decir: "No, esta persona fue tan mala, fue tan maligna, causó tanto daño, que no debemos darle la cura."?
¿Tiene sentido eso?
Imaginen negarle una cirugía a alguien con un tumor cerebral como castigo, cuando estás seguro de que el tumor cerebral fue la causa de su conducta violenta.
A mi parecer, esto no tiene ningún sentido, y eso revela que esta necesidad de venganza proviene de no ver las causas del comportamiento humano.
Cuando vemos las causas, si pudiéramos rastrearlas de un modo muy fino, esta noción de venganza y esta noción de que la gente se merece el castigo que le toque desaparecería.
Y esto me lleva finalmente a la religión, porque por supuesto la noción de la justicia de dios consiste enteramente en venganza; la gente se merece lo que les toca porque, de acuerdo a su libre albedrío, se están comportando mal.
Esta es la respuesta religiosa al problema de la maldad. Cuando uno pregunta: "¿Por qué un dios omnipotente y benevolente permitió que los nazis asesinaran millones?", la respuesta es: "Bueno, los seres humanos están dotados con el libre albedrío y por eso dios no puede controlar esa parte."
Obviamente esa no es una respuesta a todo el infierno que nace de otras causas, como los tsunamis y las enfermedades epidémicas.
Un dios omnipotente parecería responsable de estas cosas. Pero la respuesta religiosa al problema de la maldad humana es el libre albedrío.
El libre albedrío es lo que le da sentido a la idea del pecado, esta idea de que la gente puede —de manera consciente como la única causa de su comportamiento y creencia— alejarse de dios.
Yo debo ser la única causa necesaria de mi incredulidad. Esto no puede ser verdad.
No solo que esto no puede ser cierto, porque las creencias nacen de todas estas causas anteriores; yo no puedo ser la causa de mi incredulidad. Parece imposible describir un universo en el que podría ser cierto.
Y sin importar como movemos las variables del determinismo y la aleatoriedad, el libre albedrío no aparece. De ninguna mezcla de aleatoriedad y determinismo se obtiene el libre albedrío.
Irónicamente, uno de los miedos de los religiosos es que esta manera de ver el mundo nos deshumaniza, pero, por lo contrario, creo que nos humaniza.
¿Qué podría ser más deshumanizante que decir que la mayoría de la gente a través de la historia humana son responsables, de algún modo crucial, del hecho de que nacieron en el momento incorrecto con los padres incorrectos, les dieron las creencias incorrectas, la religión incorrecta, las influencias intelectuales incorrectas, y como resultado de eso, merecen ser castigados por toda la eternidad y que el dios que diseñó este aparato diabólico es bueno de algún modo?
Así que para concluir, quiero volver a la experiencia directa de la conciencia en el momento presente.
Generalmente se argumenta que el libre albedrío nos presenta este gran misterio. Tenemos esta fuerte sensación de libertad y aún así no sabemos como aplicarla en la realidad física.
Estoy argumentando que ese no es el caso. Creo que ese es un síntoma de nuestra confusión. La ilusión del libre albedrío, de acuerdo a mi visión, es en si misma una ilusión.
No hay ninguna ilusión de libre albedrío. Los pensamientos y las intenciones simplemente aparecen. ¿Qué más podrían hacer?
Algunos de ustedes pueden estar pensando que esto es deprimente, pero en realidad ver la vida de este modo es increíblemente liberador. Es verdad que quita algo de nuestra vida. Lo que nos quita es una visión egocéntrica de la vida. En realidad no estamos separados. Estamos enlazados entre si, estamos enlazados al mundo, estamos enlazados con nuestro pasado e historia. Y lo que hacemos realmente importa.
Debido a este lazo, debido a esta permeabilidad, debido al hecho de que no podemos ser el  verdadero centro de responsabilidad, eso es lo que hace que todo importe. Así que no puedes enorgullecerte de tus talentos, pero realmente importa que los uses. No puedes ser culpado por tus debilidades y tus fracasos, pero es importante que los corrijas.
El orgullo y la vergüenza no tienen mucho sentido a fin de cuentas, pero —de todos modos— no están tan lejos. Estas son emociones aisladas. Lo que sí tiene sentido son cosas como la compasión y el amor. Preocuparse por el bienestar es lo que tiene sentido.
Tratar de maximizar nuestro bienestar y el de los otros es lo que tiene sentido.
Aún hay una diferencia entre el sufrimiento y la felicidad. Y el amor consiste en querer que sean felices aquellos que amamos.
Todo eso sigue teniendo sentido sin libre albedrío.
Y, por supuesto, nada de lo que he dicho hace que la libertad social y política tenga menos valor.
Que te apunten con un arma en la cabeza es un problema que debe rectificarse sin importar de donde vengan las intenciones.
La libertad de hacer lo que uno quiere aún es apreciada.
Pero la idea de que nosotros —como seres conscientes— somos profundamente responsables por lo que queremos, debe ser revisada. No puede aplicarse a la realidad, ya sea objetiva o subjetiva.
Y si queremos guiarnos por la realidad en lugar de guiarnos por las vidas de fantasía de nuestros ancestros, debemos cambiar la manera en que nos vemos a nosotros mismos.
Muchas gracias.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Comentari de Francesc Aguilar:
Aquest discurs conté molts sofismes per intentar demostrar que no existeix el lliure albir i quan justifica l'assassinat del fill de Sadam Hussein he parat de veure el video "A menos que seas un pacifista total, debemos admitir que para esto están las armas, para dispararle a personas como Uday Hussein."

Ismael ha dit...

El linxament de Uday Hussein per part del poble era inevitable, com també ho era 'recuperar-lo' per a la societat. Llegint la continuació, Sam Harris explica que el problema es va generar a la seva infantesa:
«A menos que seas un pacifista total, debemos admitir que para esto están las armas, para dispararle a personas como Uday Hussein.
Pero simplemente retrocedamos en la línea de tiempo de su vida. Piensen en él cuando tenía 4 años. Su psicopatía debió haber sido evidente incluso a la esta edad . Debió haber sido un chico aterrador, pero también uno muy desafortunado. Su padre era Saddam Hussein. ¿Cuánta mala suerte se puede tener?
Él era este chico de 4 años que iba a convertirse en el psicópata Uday Hussein, sin ninguna intervención propia en última instancia.
Si pudiésemos haber intervenido en cualquier momento de su vida para ayudarlo, a los cuatro, a los cinco, seis, a los siete, a los ocho, eso hubiese sido lo correcto y la compasión hubiese sido el motivo correcto.»